VIII. 15 años - Texto no.5

Crédito de la imagen: cortesía de mi (actual) niña interior

27/julio/1996

VIAJE AL CENTRO DE MI ALMA

Había una vez una niña de quince años que estaba caminando por un lugar muy extraño. Buscaba algo, pero no sabía exactamente qué. En su camino tropezó con un objeto que estaba sobre el sendero. Se inclinó y lo recogió. Era una ostra. La joven la dejó caer al suelo y continuó su paseo.

De pronto oyó unos quejidos. Ella buscó de dónde provenían, pero no logró averiguarlo, así que preguntó:
-¿Quién anda allí?
-Soy la Fe, contestó la voz.
-¿La Fe? ¿Y por qué lloras?
-Lloro porque me han cortado las alas.
-¿Y no hay alguna forma de que las recobres?
-¡Sí! Tú debes hallarla.

La adolescente no comprendió; sólo siguió avanzando. De repente, oyó otros quejidos, pero estos eran apenas perceptibles. Provenían del suelo. Parecían escaparse de una criatura muy pequeña.
-¿Quién está ahí abajo?
-Soy la Confianza, explicó la vocecita.
-Y a ti, ¿qué te pasa?
-Soy cada vez más pequeña... Ya corro el riesgo de desaparecer.
-¡Dios mío! ¿Y no hay nada qué hacer?
-¡Sí! Tú tienes que averiguarlo.

La niña se alejó, sorprendida y meditabunda. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía en un lugar donde oía voces extrañas, de seres invisibles, que además decían ser la fe y la confianza? Sus pensamientos fueron interrumpidos por otras quejas. Mientras se acercaba a la nueva voz, sentía la atmósfera cada vez más cálida. Un suave calor la rodeó.
-¿Por qué estás gimiendo, quien quiera que seas?
-Es que estoy encerrado.
-¿Encerrado? ¿Dónde? Este sitio es muy grande...
-Pero se supone que debo salir... al exterior. Solía hacerlo con más frecuencia. Sin embargo, desde que la Fe anda por los suelos y la Confianza se está extinguiendo, yo salgo con más dificultad.
-Espera, interrumpió la jovencita. No entiendo. ¿A qué te refieres con "el exterior"? ¿Quién eres?
-Soy el Amor.
-¿Y por qué debes salir?
-Tú debes averiguarlo.

Se repetía la historia. ¿Qué era lo que la niña debía descubrir? Siguió caminando. Y llegó a un rincón blanco. El cielo era blanco. El suelo era blanco. No se veía más que el blanco. De pronto una ligera llovizna cayó sobre su frente y sus mejillas. Continuaba cayendo regularmente. La adolescente alzó la vista al cielo. No había nubes, sólo el blanco cielo.
-¡Qué extraño!, exclamó. ¡Aquí llueve sin nubes!
-¡No es lluvia!, contestó alguien. ¡Son mis lágrimas!
-¡Ah! ¿Y por qué estás llorando?
-Lloro porque la Fe ha perdido sus alas, porque la Confianza está a punto de desaparecer, porque el Amor ya no puede salir de aquí y porque yo he dejado de crecer.
-¿Y quién eres tú?
-Soy la Bondad. Y necesito crecer constantemente.
-¡Pobrecita! ¿Y no hay forma de que crezcas?... Ya sé, ya sé... Yo tengo que averiguarlo.
-Así es.

La quinceañera continuó su recorrido. De repente llegaron a sus oídos nuevas quejas. Al acercarse al origen de ellas, sintió muchas ganas de reír. Comenzó a hacerlo, y cada vez más fuerte. Pero luchó por contenerse, hasta que lo logró. Luego preguntó:
-¿Quién está sufriendo aquí?
-Soy la Alegría.
-¿La Alegría, sufriendo?, preguntó la joven, sorprendida.
-Es que me temo que voy a correr la misma suerte que el Entusiasmo, mi gran amigo.
-¿Qué le pasó?
-Murió... Y yo ya me siento agonizar.
-¿Yo debo encontrar la manera de que resucite y de que tú nunca mueras?
-Exacto.

La niña siguió su camino, tal como la Alegría le había dicho. "¡Auxilio!" gritó alguien, debajo del suelo. La joven se arrodilló y dijo:
-¿Quién está allí?
-¡Soy el Optimismo!
-¿Y qué haces bajo tierra?
-Me sepultaron.
-¿Quién te hizo eso?
-La misma persona que le cortó las alas a su fe, que ha extinguido su confianza en sí misma y que, por lo tanto, ya no deja salir tanto amor de su interior, ya no se ha interesado en hacer crecer su bondad, ya ha dejado morir a su entusiasmo y agonizar a su alegría, y me ha sepultado, a mí, su optimismo.
-Ya entendí.
-¿De veras?
-Sí...
-Sigue tu camino.
-¿Todavía hay más?
-Sí, algo más.

La jovencita apenas dio unos pasos antes de llegar a un rincón lleno de polvo, completamente abandonado.
-¿Hay alguien aquí?
-Nosotras.
-¿Y qué hacen en este abandono?
-Tú nos tienes aquí.
-¿Quiénes son ustedes?
-Somos tus cualidades. Nos tienes olvidadas en este rincón de tu alma, en vez de ponernos al servicio del mundo. Algunas de nosotras ni siquiera hemos sido descubiertas por ti.
-Ya veo. Desde ahora, todo cambiará.

La niña recordó aquella ostra que no parecía tener ningún encanto y le dieron muchas ganas de tomarla. Dio media vuelta y corrió de regreso, por donde había venido. Mientras lo hacía, grandes cambios se produjeron a su alrededor. Llegó al principio del camino. Allí estaba la ostra que había despreciado. Entonces la abrió y observó la perla que había en el interior. "Ahora entiendo todo", dijo. "¿Cuándo aprenderé a apreciar el verdadero valor de lo que me rodea y de mí misma?" En ese momento, todo lo que su vista abarcaba se iluminó. "Veo que se ha hecho la luz en mi alma" dijo, con una sonrisa que no esbozaba desde hace tiempo. Una voz nueva le dijo:
-¡Gracias!
-¿Por qué?
-Gracias a ti he nacido. Gracias a ti, la Fe recobró sus alas, la Confianza creció. Entonces el Amor volvió a salir de tu corazón, la Bondad continuó creciendo, la Alegría y el Entusiasmo recobraron toda su fuerza, y el Optimismo resurgió. Tus cualidades están listas para servir al mundo. ¡Y gracias a ti yo he nacido!
-¿Y quién eres?
-Soy tu Belleza interior.
-¡Ya recordé lo que buscaba! ¡Eras tú!
-Hija..., dijo la mamá. No escuchaste el despertador.

La niña despertó. ¡Qué sueño tan bonito! Se acercó al espejo y vio a una joven mujer llena de fe en Dios, de confianza en sí misma, de amor, bondad, alegría, entusiasmo y optimismo, y que tenía belleza en su alma. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su cara, y también recordó que muchas cualidades ya estaban listas para salir.
-Hija, ¿qué hace esto en tu cama?
-¿Qué cosa?
-¡Parece que es una ostra!
La niña palideció un momento. Pero rápidamente recobró el color y dijo:
-Es un recuerdo de un viaje. Y no es sólo una ostra... Adentro tiene una perla.

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