IX. 15 años - Texto no.6
Crédito de la imagen: cortesía de mi (actual) niña interior
06/septiembre/1996
ESCALERAS Y ABISMOS
"He aquí tu misión". Permanecí inmóvil, esperando a que se me diera una espada, un sable... Pero todo lo que recibí fue una pluma y tinta, además de papel.
Se abrieron las puertas. Lo primero que descubrí fue la voz. Esa voz clara cuyo timbre llegaba al oído inmediatamente. Más allá, estaba el abismo. "Está reservado para los sordos", se me explicó. "Todos ellos son enviados al abismo. Los demás suben por esa escalera que ves del lado opuesto". Busqué la escalera con la vista... Allí se encontraba. Sus peldaños eran incontables; tantos, que al mirar arriba no alcancé a percibir el último. Según se me explicó, mientras más fino era el oído de las personas, más alto podían llegar.
-¿Qué hay hasta arriba?, pregunté.
-Lo que ellos deseen.
Extraño lugar, extraña respuesta...
Después noté la luz y el arcoíris; más tarde, otro abismo. Este era para los ciegos, los que no percibían la claridad y belleza de esos colores. Los que no iban al abismo subían por la misma escalera que ya había visto. Interesante y asombroso.
Al fondo de cada abismo estaba el primer peldaño de una escalera que llegaba hasta la superficie. Pregunté por su utilidad, a lo que se me respondió que cualquier ciego o sordo que quisiera volver arriba, podría hacerlo, con la condición de aprender a ver y a oír. Por supuesto, todo ello carecía de lógica.
Luego descubrí lo más desconcertante: en aquellos abismos había muy pocos ciegos y muy pocos sordos. Era evidente que conversaban sin problemas, mirándose a los ojos y sin lenguaje de señas. Peor aún, subiendo la gran escalera, había gente que aparentemente no podía oír o ver. Hice ver mi observación, a lo que se me dijo:
-Estás equivocada. Los que suben son los que oyen y ven; los que bajan son los ciegos y los sordos. Un ciego es el que no quiere ver; un sordo es el que no quiere oír. Esto nada tiene qué ver con los sentidos: ni con los ojos ni con los oídos. Lo que importa es escuchar la voz que sale de tu interior. Lo que importa es ver el interior de los demás -sus arcoíris de cualidades, la luz capaz de iluminar sus destinos; ver tu propio arcoíris y tu propia luz, y con esta iluminar todo tu alrededor -de modo de resaltar el buen lado de todo- y tu camino. Cuando se aprende a escuchar la verdadera voz interior, y a ver belleza y luz, esa misma luz que hace visible todo lo bueno no es sino un rayo de la de Dios. Ahora, si quieres subir, ya sabes lo que debes hacer. La escalera mágica no tiene fin; en cada escalón hay algo que deseas. Cuando llegas al "último", siempre hay uno nuevo esperando por ti, enfrente.
Mi misión consistía en escribir esa experiencia. Ahora yo te digo: "He aquí tu misión". Descúbrela; tu voz te dictará detalladamente lo que puedes hacer por la humanidad. Y la escalera está frente a ti.
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