XIX. 17 años

26/agosto/1998

EL CIELO Y EL SOL
(Cuento para niños)

    El sol despertó y se estiró, extendiendo sus brazos, mejor dicho sus rayos, sobre este país. Dio un gran bostezo de luz que fue a calentar a muchos seres vivos. Pero una amarga tristeza lo invadió al ver que todo seguía igual.
-Nunca lo lograré, pensó.
    Y es que durante la noche, cuando se había vuelto invisible para este lugar del mundo, se había propuesto que al llegar la mañana, realizaría su mayor sueño, un sueño que parecía imposible.
-Nunca lo lograré, dijo en voz alta.
    Empezó a llorar. Sus luminosas lágrimas cayeron sobre la Tierra en forma de más rayos.
-¡Nunca lo lograré!, gritó.
    Pero un grito más fuerte lo hizo callar:
-¿Quién pronunció esa frase tan oscura?
    El sol no respondió. Según él, una frase oscura no tenía nada qué ver con él, porque él era sol, ¡luz, claridad! Seguramente alguien más había pronunciado una "frase oscura".
-¿Quién pronunció esa frase oscura? ¿Quién dijo "Nunca lo lograré"?
    El sol, muy sorprendido, contestó:
-Yo dije eso, pero usted se equivoca porque no puede ser una frase oscura: ¡soy el sol!
-Yo soy el cielo, afirmó la seria voz. Y no me estoy equivocando: las palabras que dijiste son oscuras. Aunque por fuera te veas muy luminoso, en tu corazón es de noche.
-¿De noche? ¡Eso es imposible! ¡Soy fuego, soy luz, soy día!
-Eso no importa: en tu corazón no hay esperanza, no hay fe.
-Disculpe, Señor Cielo, pero es no es verdad. Lo que pasa es que estoy siendo realista. Tengo un sueño... imposible.
-¿Imposible? Esa es otra palabra oscura. ¿Por qué es imposible? ¿Sueñas con ser luna?
-...No.
-...¿con ser tierra?
-No, pero...
-¿con ser agua?, interrumpió el cielo.
-No, tampoco, pero...
-Entonces sueñas con hacer algo siendo sol, es decir, siendo tú mismo. O sea que no hay problema.
-Sí, ¡pero no puedo hacerlo! Verá, Señor Cielo, cada día observo a los humanos. Y he notado que muchos adultos, y hasta algunos niños, son fríos. No se preocupan por los sentimientos de los demás, y muchas veces están juntos pero no muestran su corazón, porque parece que tienen miedo. Miedo de no ser aceptados, de ser rechazados. Yo creía que tenían algo de hielo en el corazón, así que me propuse fundirlo. Cada día brillé con más fuerza... Pero al día siguiente, todo seguía igual. No puedo calentarles el corazón.
    En ese momento estuvo a punto de llover, porque el cielo estuvo a punto de llorar, conmovido.
-¿Sabes lo que pasa, Sol? Que los corazones humanos no se calientan con tu calor. Se calientan con amor. Eso no quiere decir que tu sueño sea del todo imposible, pero nadie sería capaz de llenar a los corazones ajenos de amor. Solamente puedes llenar el tuyo. Si tú llenas el tuyo y le das amor a los demás, puede que se contagien y también llene el suyo.
-¿O sea que el corazón que debo llenar de luz es el mío?
-¡Así es! Debes llenarlo con amor. Pero ahora que lo pienso, dijiste que para lograr tu sueño, cada día brillaste más...
-Sí.
-...O sea que al querer ayudar a los demás, tú te hiciste mejor.
-Gracias por decírmelo, Cielo. Tú sí muestras tu corazón.
-Recuerda que para contribuir a que el mundo cambie, sólo puedes cambiar tú.
    El cielo lució más resplandeciente al decir esas palabras. Y algo le hizo sentir que abajo, en la Tierra, había una personita especial, con muchas ganas de soñar, que algún día leería esta historia.

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